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Enrique Bosrt |
¿Nos hablas de ti?
Nací en la ciudad de Buenos Aires, luego, con los años, me mudé a las afueras. ¡Gracias a Dios! Ahora vivo a pocos metros del río, en el partido de Acassuso. Adoro la naturaleza y la tranquilidad. Estudié Diseño de Imagen y Sonido en la Universidad de Buenos Aires. Elegí esta carrera por el hecho de mi gusto por la fotografía y la escritura. Luego viajé a Nueva York donde trabajé dos años junto a mi primo en películas independientes, pero siempre dedicándome al sonido y al arte. Un buen día volví y me instalé de nuevo en Buenos Aires. Y luego me volví a ir, aunque la visa americana me fue siempre indiferente. Regresé más pronto de lo que esperaba.
Siempre estuve ligado como un autodidacta a la escritura, escribiendo ficción que sólo en poquitos casos se ha publicando. Es una tarea solitaria y grata. No sé si escribo bien o mal, no me puedo juzgar, pero creo que tengo mucha imaginación. Esa es mi virtud, considero que escribir simple también lo es. He escrito novelas, cuentos y poemas. Claro, viviendo de otras tareas, así que en los últimos tiempos me transformé en un cocinero. ¡Bastante bueno a decir verdad! Pero como me pasa siempre, vuelvo a la escritura, por más que me doy por vencido, vuelvo. Escribir, en mi caso, es como una condena. Linda por cierto. Estos últimos años encontré, por una de esas casualidades de la vida, a un mentor que me inspira. Se llama Esteban Peicovich, quien me apoya y a quién admiro como escritor.
Nací en la ciudad de Buenos Aires, luego, con los años, me mudé a las afueras. ¡Gracias a Dios! Ahora vivo a pocos metros del río, en el partido de Acassuso. Adoro la naturaleza y la tranquilidad. Estudié Diseño de Imagen y Sonido en la Universidad de Buenos Aires. Elegí esta carrera por el hecho de mi gusto por la fotografía y la escritura. Luego viajé a Nueva York donde trabajé dos años junto a mi primo en películas independientes, pero siempre dedicándome al sonido y al arte. Un buen día volví y me instalé de nuevo en Buenos Aires. Y luego me volví a ir, aunque la visa americana me fue siempre indiferente. Regresé más pronto de lo que esperaba.
Siempre estuve ligado como un autodidacta a la escritura, escribiendo ficción que sólo en poquitos casos se ha publicando. Es una tarea solitaria y grata. No sé si escribo bien o mal, no me puedo juzgar, pero creo que tengo mucha imaginación. Esa es mi virtud, considero que escribir simple también lo es. He escrito novelas, cuentos y poemas. Claro, viviendo de otras tareas, así que en los últimos tiempos me transformé en un cocinero. ¡Bastante bueno a decir verdad! Pero como me pasa siempre, vuelvo a la escritura, por más que me doy por vencido, vuelvo. Escribir, en mi caso, es como una condena. Linda por cierto. Estos últimos años encontré, por una de esas casualidades de la vida, a un mentor que me inspira. Se llama Esteban Peicovich, quien me apoya y a quién admiro como escritor.
¿Por qué elegiste ese seudónimo para participar?
Elegí Henri de los Sauces como seudónimo por mi nombre en francés, dado que mi abuelo era de
aquel país y se llamaba Henri, y de los Sauces, por vivir rodeado de sauces a poco del río.
¿Por qué decidiste escribir ese relato?
No
sé por qué escribo los relatos que escribo. Pero me nació escribir
una historia de amor en el Teide al leer las bases del concurso.
Siendo, quizás, un poco ajeno al lugar por no haber estado allí
nunca.
¿Qué representa el Teide para ti?
Al Teide lo
entiendo como un lugar único que nos regaló Dios. Bien le
cabe el título de Patrimonio de la Humanidad. Nunca
vi el Teide en persona. Me informé de él y lo pensé como una
maravilla de la naturaleza. Como una boca abierta a lo más profundo
de la tierra y como una fuente inmensa de poder. A la vez me informé
sobre su superficie serena y amiga de la vida cuando el volcán
duerme. Imaginé
luego una historia de amor donde la acción transcurriera en el
Teide, y donde uno de los personajes fuera la serenidad y la vida, y el
otro el tormento y el volcán, dado su amor obsesivo.
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