La cita literaria de este viernes la tomamos de uno de los personajes de la Antigua Roma que más nos fascina: Marco Tulio Cicerón, y la suscribimos al cien por cien:
Cicerón nació en Arpino el 3 de enero del 106 a. C, en el seno de una familia que había alcanzado el orden ecuestre. De niño fue enviado a Roma, donde se formó en leyes con algunos de los mejores maestros del momento, como Quinto Mucio Escévola. A los diecisiete años inició su formación militar, participando en la que fue conocida como Guerra Social (91-88 a. C.), a las órdenes de Pompeyo Estrabón (padre del futuro Pompeyo El Grande).
Finalizada la campaña militar retomó sus estudios y comenzó a ejercer como letrado, cosechando grandes éxitos y sorprendiendo por su brillante oratoria y elocuencia. No obstante, fruto de un proceso en el que resultó perjudicado Sila, que por entonces era dictador de Roma, Cicerón puso tierra de por medio y se estableció en Grecia durante dos años.
Su carrera política comenzó en el año 75 a. C., como cuestor en Sicilia, siendo posteriormente edil, pretor y, finalmente, cónsul. En 63 a. C., alcanza gran notoriedad con sus "catalinarias", en las que se desenmascara al senador Catilina y su deseo por hacerse con el poder en la República.
En la convulsa Roma de mediados del siglo primero antes de Cristo, era imposible no hacerse enemigos y Cicerón hizo muchos y muy poderosos. Aunque se había opuesto a César, fue a la muerte de éste cuando su vida corrió gran peligro. Trató de acercarse a Octavio y de enfrentarlo a Marco Antonio, pero fue sentenciado a muerte. Una vez ejecutado, fue decapitado y se le amputaron las manos, para luego mostrar públicamente sus restos.
Por mencionar solo algunas de sus obras, no nos podemos olvidar de: "De re publica" (55-51 a. C.), "De legibus" (52 a.C.), "De officiis" (44 a. C.) y las Catalinarias y Filípicas (discursos contra Catilina y Marco Antonio).
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