miércoles, 9 de diciembre de 2015

Recordando a Eduardo Mendoza

Hoy miércoles vamos a recordar al siempre genial y ocurrente escritor Eduardo Mendoza (Barcelona, 11 de enero de 1943), que en octubre de este año 2015 ha sacado su último trabajo: "El secreto de la modelo extraviada". En 1975, mientras residía en Estados Unidos, escribe su primera novela; "La verdad sobre el caso Savolta", una novela que nos trasladaba a la Barcelona de entre 1917-1919, con la lucha entre obreros y patronos como tema central y con el trasfondo de la Primera Guerra Mundial. Por esta novela recibirá el "Premio de la Crítica".
Su producción literaria se reanuda en 1979 con "El misterio de la cripta embrujada", libro donde nace un peculiar detective que reaparecerá en otros títulos en el futuro, como en su última novela "El secreto de la modelo extraviada", en la que hace su quinta aparición.
De entre su intensa producción literaria, destacamos títulos como "Sin noticias de Gurb" (1991), una desternillante novela de las peripecias de un extraterrestre perdido en la Barcelona preolímpica o "Riña de gatos. Madrid 1936" por la que obtuvo el premio Planeta.
El escritor barcelonés con el Asombroso viaje
de Pomponio Flato
Rescatamos ahora unos pequeños fragmentos de algunas de sus obras:

-¡Javier, tú por aquí! -oí que me gritaban, pues el jolgorio era ensordecedor.
   Al principio no reconocí al individuo que me había propinado el manotazo, ya que se ocultaba tras una grotesca narizota de cartón. Luego lo identifiqué.
- ¡Perico Serramadriles!
- Qué, ¿de fiestas? -tenía los ojos enrojecidos y vidriosos y su aliento apestaba a vino.
- Ca, hijo, si yo te contara...
- ¿Qué te sucede? Llevas cara de funeral. Cuéntame.
- No quisiera interrumpir tu celebración. ¿Vas acompañado?
- Si; una panda fetén y unas modistillas de las que algo espero, a decir verdad.
   Señaló a un grupo de brincaba y chillaba. Las chicas, muy jóvenes, de aspecto sano, coloradotas y rollizas, remedaban un cómico can-can, levantándose las faldas hasta las rodillas y frunciendo los labios en una mueca vulgar y provocativa.
- Ve con tus amigos, Perico, no te quiero aguar la fiesta.
- Bah, déjalos, ya los encontraré más tarde. Espera que quede con ellos y  me reúno contigo en un minuto.
   Conferenció con el más sereno de los danzantes, arrojó un beso general a las chicas y volvió junto a mí.
- Ahora cuéntamelo todo, Javier. Siempre fuimos amigos, aunque últimamente me tienes un tanto arrinconado.
- Es verdad, pero no hablemos en la calle. Vayamos a un lugar más tranquilo, ¿quieres? Te invito a un trago.
Buscamos un local donde el estrépito fuera menor y encontramos una triste taberna medio vacía, donde sólo dos borrachos, vestidos con raídos uniformes de veteranos de la guerra de Cuba, tarareaban por lo bajo, estrechamente abrazados para no caer, haciendo vaivenes por entre las mesas.
Nos sentamos en un rincón y pedimos una botella de vino y dos vasos. El primer sorbo me produjo náuseas, porque no había comido nada desde el mediodía, pero poco a poco el vino fue asentándose en el estómago y empecé a sentirme mejor, más seguro de mí mismo y más capaz de enfrentarme a la vida.
- Ay, Perico, hoy -empecé- me han dado un disgusto de muerte.
- ¿Y eso?
- He sabido que mi mujer está liada con otro.
- ¿Tu mujer? ¿Quieres decir María Coral?
- Naturalmente.
- Vaya, hombre, ¿y esa esa la causa de tu tristeza?
- ¿Te parece poco?
   Me miró como si estuviera viendo un aparecido.
- No, chico, es..., es que yo creí que lo sabías.
- ¿Que sabía el qué?
- Eso..., lo de tu mujer y Lepprince.
- ¡Atiza! ¿Lo sabías tú?
- Bueno, Javier, lo sabe todo Barcelona...

Fragmento de "La verdad sobre el caso Savolta"


- Pues con lo del asesinato, le espera la cesantía.
- ¡No diga eso! Yo no soy el responsable.
- Vamos a ver. ¿Impide usted que se reparta correo comercial? 
- ¡Vaya si lo impido! ¡con gran fiereza!
- En cambio permite que aparezca el cadáver de una inquilina en el jardín. ¿A esto le llama usted hacer de conserje? La seguridad del edificio recae sobre sus hombros: una carga hercúlea, lo reconozco, pero aún así...
- Es verdad. No lo había visto bajo ese ángulo.
- No desespere. Le diré lo que podemos hacer. Ayúdeme a esclarecer los hechos. Si descubrimos al asesino, olvidarán su negligencia. Hablaré con los de la tele y el director general, que es amigo mío, intercederá por usted. 
- Gracias, señor Asmarats, cuente conmigo. Pero le advierto que soy bastante espeso. No sabría por donde empezar.

Fragmento de "El secreto de la modelo extraviada"


Al llegar el verano nuevamente las aguas habían vuelto a su cauce: nadie se acordaba ya de los tiroteos y las batallas campales que unos meses atrás habían tenido a la ciudad en vilo. Aunque al principio torcieron el gesto, todos fueron aceptando poco a poco al señor Braulio en lugar de Canals i Formiga; aquél obraba siempre con tacto exquisito, era muy conservador, no se extralimitaba en sus actuaciones y llevaba las cuentas con mucha exactitud. Onofre Bouvila le había prohibido que volviera a las andadas: nada de ir a hacer el mamarracho al barrio de la Carbonera, le dijo; ahora somos gente respetable; si necesita un desahogo o quiere un poco de jarana, la paga y se la trae a casa, que para eso ganamos una pasta gansa. Pero de puertas afuera, seriedad, le dijo. El señor Braulio se instaló en un piso principal de la ronda de San Pablo; en el entresuelo tenía las oficinas. Algunas noches los vecinos oían canciones provenientes del piso, rasguear de guitarras, ruidos de refriega y muebles rotos. Luego acudía a las reuniones con los prohombres de Barcelona con la frente vendada, un ojo amoratado, etc. Lo único que le carcomía las entrañas era pensar que su hija Delfina seguía en la cárcel. Ahora él tenía poder para hacer que la pusieran en libertad; se especializaba precisamente en conseguir este tipo de favores, ésta era la base de sus negocios, pero Onofre Bouvila también se lo había prohibido terminantemente. Aún no podemos permitirnos una cosa así, le decía; este tipo de maniobra daría que hablar, removería el pasado; ya habrá tiempo de ocuparse de Delfina más adelante, cuando estemos más afianzados.

Fragmento de "La ciudad de los prodigios"

Esperamos que te hayan gustado los fragmentos que hemos seleccionado, ¡hasta el próximo miércoles!

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