El autor al que recordamos hoy en El Libro en Blanco es al galés Ken Follet. Este escritor, nacido en Cardiff un 5 de junio de 1949, se mueve constantemente entre la narrativa de suspense y la narrativa histórica y seguro que todos hemos leído alguna de sus obras o visto alguna de las múltiples películas que se han realizado adaptando algunas de sus novelas.
El escritor británico firmando ejemplares |
Una de las peculiaridades de su personalidad, que se fue fraguando desde muy niño y que le resultó de gran ayuda en su formación como escritor, fue su gran imaginación. Ken Follet cuenta que, desde muy niño, su madre le contaba múltiples historias y, desde los siete años comenzó a desarrollar una potente imaginación.
Esa imaginación se potenciaba también con muchas horas de lectura, favorecida por las rígidas normas de la familia en que se educó, una familia cristiana muy devota, que prohibió al joven Ken ver la televisión y escuchar la radio.
En 1970 se graduó en Filosofía por la University College of London y durante gran parte de la década de los setenta trabajó como periodista, tanto en su Cardiff natal como en Londres. El final de los setenta va a contemplar el nacimiento del Ken Follet escritor, cuando comienza a escribir relatos cortos y deja su trabajo de periodista para entrar a trabajar en una editorial. De esta manera, en 1978 le llega el éxito internacional con la publicación de "La isla de las tormentas", una interesante thriller que, como en muchas ocasiones, navega entre el suspense y el género histórico, en este caso nos sitúa en la Segunda Guerra Mundial.
A partir de aquí, su producción literaria se dispara, logrando que sus publicaciones se conviertan en superventas y que gocen de la aceptación de crítica especializada y público. Por destacar algunas de sus obras: "La clave está en Rebeca" (1980); "Las alas del águila" (1983); "Los pilares de la tierra" (1989); "El tercer gemelo" (1997); "Un mundo sin fin" (2007, segunda parte de Los pilares de la tierra); y la "Trilogía The Century", formada por los libros "La caída de los gigantes" (2010), "El invierno del mundo" (2012) y "El umbral de la eternidad" (2014).
Ken Follet sigue con su producción literaria y, posiblemente, el próximo libro que podamos leer de este autor sea la tercera parte de "Los pilares de la tierra".
Algunos títulos de Ken Follet |
Te dejamos con unos pequeños fragmentos de algunas de sus obras:
- El niño tiene sarampión, gastroenteritis y tiña -dijo Jean-Pierre-. Además, está sucio y desnutrido.
- Todos lo están -comentó Jane.
Hablaban en francés, como solían hacer cuando estaban juntos. La madre del niño pasaba la mirada del uno al otro mientras ellos hablaban, preguntándose qué estarían diciendo. Jean-Pierre observó su ansiedad y le habló en darí.
- Tu hijo se pondrá bien -dijo simplemente.
Cruzó al lado de la cueva y abrió su caja de medicamentos. Todos los niños que eran llevados a la clínica recibían automáticamente la vacuna contra la tuberculosis. Mientras preparaba la inyección BCG, vigilaba a Jean con el rabillo del ojo. Estaba dando al niño pequeños sorbos de una bebida de rehidratación, una mezcla de glucosa, sal, bicarbonato sódico y cloruro de potasio, disuelto en agua purificada, y, entre sorbos, le lavaba su cara tan sucia con suavidad.
Fragmento de "El valle de los leones"
- Todos lo están -comentó Jane.
Hablaban en francés, como solían hacer cuando estaban juntos. La madre del niño pasaba la mirada del uno al otro mientras ellos hablaban, preguntándose qué estarían diciendo. Jean-Pierre observó su ansiedad y le habló en darí.
- Tu hijo se pondrá bien -dijo simplemente.
Cruzó al lado de la cueva y abrió su caja de medicamentos. Todos los niños que eran llevados a la clínica recibían automáticamente la vacuna contra la tuberculosis. Mientras preparaba la inyección BCG, vigilaba a Jean con el rabillo del ojo. Estaba dando al niño pequeños sorbos de una bebida de rehidratación, una mezcla de glucosa, sal, bicarbonato sódico y cloruro de potasio, disuelto en agua purificada, y, entre sorbos, le lavaba su cara tan sucia con suavidad.
Fragmento de "El valle de los leones"
Los chiquillos llegaron temprano para el ahorcamiento.
Todavía estaba oscuro cuando los tres o cuatro primeros se escurrieron con cautela de las covachas, sigilosos como gatos, con sus botas de fieltro. El pequeño pueblo aparecía cubierto por una ligera capa de nieve reciente, como si le hubiesen dado una nueva mano de pintura y sus huellas fueron las primeras en machar su inmaculada superficie. Se encaminaron a través de las arracimadas chozas de madera y a lo largo de las calles de barro helado hasta la silenciosa plaza del mercado donde esperaba la horca.
Los muchachos aborrecían todo aquello que sus mayores estimaban. Despreciaban la belleza y se burlaban de la bondad. Se morían de risa a la vista de un lisiado y si topaban con un animal herido lo mataban a pedradas. Alardeaban de heridas y mostraban orgullosos sus cicatrices, reservando una admiración para cuando de una mutilación se trataba. Un chico al que le faltara un dedo podía llegar a ser un rey. Amaban la violencia, podían recorrer kilómetros para presenciar derramamientos de sangre y jamás se perdían una ejecución.
Fragmento de "Los pilares de la tierra"
Wolff comenzó a vestirse. Se puso una camisa que le habían hecho en una de las pequeñas sastrerías de la Ciudad Vieja: una camisa de uniforme británico con insignias de capitán en los hombros.
- ¿Qué te has puesto? -preguntó Sonja.
- Uniforme de oficial británico. No hablan con extranjeros, tu lo sabes.
- ¿Vas a simular que eres inglés?
- Sudafricano, creo.
- Pero ¿qué ocurrirá si cometes un error?
- Probablemente me fusilarán por espía.
Fragmento de "La clave está en Rebeca"
Eddie Deakin, el mecánico de vuelo, pensaba en el clipper como en una gigantesca burbuja de jabón, hermosa y frágil, que debía ser conducida con todo cuidado sobre el mar, mientras la gente acomodada en su interior se olvidaba alegremente de cuán delgada era la película que les separaba de la rugiente noche.
El viaje era más peligroso de lo que imaginaban, pues la tecnología del aparato era reciente, y el cielo nocturno que cubría el Atlántico era un territorio inexplorado, plagado de peligros inesperados. No obstante, Eddie siempre pensaba con orgullo que la habilidad del capitán, la dedicación de la tripulación y la fiabilidad de la ingeniería norteamericana les conduciría a casa sanos y salvos.
En este viaje, sin embargo, se sentía enfermo de miedo.
Fragmento de "Noche sobre las aguas"
Todavía estaba oscuro cuando los tres o cuatro primeros se escurrieron con cautela de las covachas, sigilosos como gatos, con sus botas de fieltro. El pequeño pueblo aparecía cubierto por una ligera capa de nieve reciente, como si le hubiesen dado una nueva mano de pintura y sus huellas fueron las primeras en machar su inmaculada superficie. Se encaminaron a través de las arracimadas chozas de madera y a lo largo de las calles de barro helado hasta la silenciosa plaza del mercado donde esperaba la horca.
Los muchachos aborrecían todo aquello que sus mayores estimaban. Despreciaban la belleza y se burlaban de la bondad. Se morían de risa a la vista de un lisiado y si topaban con un animal herido lo mataban a pedradas. Alardeaban de heridas y mostraban orgullosos sus cicatrices, reservando una admiración para cuando de una mutilación se trataba. Un chico al que le faltara un dedo podía llegar a ser un rey. Amaban la violencia, podían recorrer kilómetros para presenciar derramamientos de sangre y jamás se perdían una ejecución.
Fragmento de "Los pilares de la tierra"
Wolff comenzó a vestirse. Se puso una camisa que le habían hecho en una de las pequeñas sastrerías de la Ciudad Vieja: una camisa de uniforme británico con insignias de capitán en los hombros.
- ¿Qué te has puesto? -preguntó Sonja.
- Uniforme de oficial británico. No hablan con extranjeros, tu lo sabes.
- ¿Vas a simular que eres inglés?
- Sudafricano, creo.
- Pero ¿qué ocurrirá si cometes un error?
- Probablemente me fusilarán por espía.
Fragmento de "La clave está en Rebeca"
Eddie Deakin, el mecánico de vuelo, pensaba en el clipper como en una gigantesca burbuja de jabón, hermosa y frágil, que debía ser conducida con todo cuidado sobre el mar, mientras la gente acomodada en su interior se olvidaba alegremente de cuán delgada era la película que les separaba de la rugiente noche.
El viaje era más peligroso de lo que imaginaban, pues la tecnología del aparato era reciente, y el cielo nocturno que cubría el Atlántico era un territorio inexplorado, plagado de peligros inesperados. No obstante, Eddie siempre pensaba con orgullo que la habilidad del capitán, la dedicación de la tripulación y la fiabilidad de la ingeniería norteamericana les conduciría a casa sanos y salvos.
En este viaje, sin embargo, se sentía enfermo de miedo.
Fragmento de "Noche sobre las aguas"
Esperamos que te hayan gustado los fragmentos que hemos elegido, ¡hasta el próximo miércoles!
Te dejamos un enlace al sitio web del autor para que obtengas más información:
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