Queremos compartir con ustedes la entrevista que Francisco González Sánchez realizó esta misma semana en nuestra librería al escritor Marcelino Rodríguez Martín y agradecer a ambos que eligiesen nuestro espacio para llevarla a cabo.
Francisco González Sánchez (a la derecha de la imagen) entrevista al escritor Marcelino Rodríguez Martín. |
Un café con Marcelino Rodríguez Martín, por Francisco M. González Sánchez.
Marcelino Rodríguez
Martín, escritor afincado en Santa Cruz de Tenerife, nació en Los Llanos de Aridane, en
la isla de La Palma. Graduado en Ingeniería Técnica Industrial y licenciado en Ciencias
Económicas y Empresariales, ha escrito varios artículos técnicos para la
revista “Ingenios”, que edita el Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos
Industriales de Santa Cruz de Tenerife. Está casado con María Rosa, es padre de
tres hijos y abuelo de dos nietos.
-¿Qué recuerdos le
quedan de su niñez y adolescencia en Los Llanos?
-Recuerdo casi todo de
mi niñez, fue una época feliz. Eran años difíciles los de la postguerra, pero en
casa nunca se pasó hambre. Tal vez falta de algún capricho, pero tampoco se
conocían. Vivíamos por la periferia y allí no llegaba la electricidad ni el
agua corriente. Nos alumbrábamos con una vela o un candil y el agua teníamos
que traerla a hombros desde una fuente pública. Todos los días mi hermano y yo
teníamos que dejar en casa una garrafa de 16 litros con agua para el consumo,
antes de ir a la escuela a las 9 de la mañana.
Pero éramos felices, y
tuvimos una infancia y adolescencia muy bonitas.
-¿En su casa había
libros, una biblioteca familiar...? ¿Cómo aprendió a leer?
-Los únicos libros que
se leían en casa eran los tebeos y las historias del Capitán Trueno. Yo tuve
siempre ansias de aprender. Imagino que aprendí a leer cuando fui a la escuela
y como en casa no había libros, cuando fui algo mayor me iba a la biblioteca
pública y allí leía historias de aventuras, sobre todo de Julio Verne.
-¿Recuerda su primer
libro o novela leída? ¿A qué edad?
-No recuerdo la edad que
tenía pero si recuerdo el libro: “El faro del fin del mundo”, de Julio Verne,
luego vendrían muchas más.
-Algún libro, de
aquél entonces, que le dejara huella de manera especial.
-El más que me impactó
fue “Veinte mil leguas en viaje submarino”, de Julio Verne, quizás por los
inventos que se nombran, porque la tecnología fue siempre mi curiosidad.
-¿Cómo se decanta por ciencias
–en nuestra época era lo normal- y muy en concreto, por la rama eléctrica de Ingeniería industrial?
-La tecnología en
general fue mi apetencia, desde que tuve conocimientos de ella y es curioso
porque como dije antes, en casa no hubo electricidad hasta que yo tuve unos
diez años. La invención, el descubrimiento de los aparatos era mi pasión.
Conseguía elementos de electrónica, para aquella época, de un taller de
reparación de radios y me los llevaba a casa y los desarmaba para ver cómo eran
interiormente. Me monté un laboratorio eléctrico en casa para hacer prácticas y
buscaba en la biblioteca pública libros de electricidad, que luego estudiaba para
hacer los experimentos en mi laboratorio. En esa época podría tener doce años.
Cuando llegó la edad de elegir estudios, lo tuve claro, Ingeniería Eléctrica, y
así fue.
Y relacionado con la
tecnología no puedo dejar pasar mi afición por la mecánica en general y más
concretamente por los mecanismos y su funcionamiento. Mi padre era relojero de
profesión y desde pequeño estuve rodeado de mecanismos que marcaban la hora.
Inicialmente mi padre tenía el taller de relojería en el dormitorio donde
dormíamos mi hermano y yo, y día y noche percibía el “tic-tac” de los mecanismos
de relojería que mi padre reparaba. Llegué a acostumbrarme a ese sonido que no
impedía que durmiese por las noches, con aquellos relojes de sobremesa y de
pared. Mi padre percibió mi curiosidad por los relojes y desde muy joven
comenzó a enseñarme el arte de la reparación de los mismos. Me daba relojes de
grandes dimensiones para que desarmara y armara, con el cuidado de no
estropearlos y entender su funcionamiento y terminé aprendiendo a repararlos,
de hecho estuve varios años ayudándole en su trabajo hasta que me fui fuera de
la isla a estudiar. Para mí fue una gran experiencia entender como aquellos
aparatos eran capaces de marcar la hora con una precisión “de relojería”. Mi
padre que era también un virtuoso de los mecanismos, no solo reparaba relojes
sino también cualquier maquinaria que le entregaban. Esa curiosidad me la
trasmitió y reconozco que la aprendí muy bien, quizás porque tenía “madera”
para ello.
-En aquellos años del “correíllo”
y con apena 20 años. ¿Qué supuso para usted aquel cambio, de la Isla Bonita a Las Palmas?
-Cuando fui a Las Palmas
a estudiar, tenía 19 años. Había terminado el curso de Preuniversitario, el
equivalente de hoy de la EBAU y ya había viajado a Londres a ver a mi hermano
que trabajaba allí. Regresé por París, en un viaje rocambolesco a través de
toda Francia y que finalizó en Barcelona. Cuando regresé de ese viaje, hice escala
en Las Palmas, donde me esperaba mi padre para hacer la matrícula en la Escuela
de Ingenieros Técnicos.
El correíllo “La Palma”
fue el barco que más utilicé para viajar desde mi isla a Gran Canaria.
Cuando aparecieron los “Santa Marías”, me desplazaba en ellos, haciendo escala
en Santa Cruz de Tenerife. Siempre viajé en barco porque mis padres no tenían
dinero para pagarme el avión.
El correillo La Palma, de 1912, se conserva hoy en el puerto de Santa Cruz de Tenerife. |
-Al finalizar sus estudios, uno de
sus primeros trabajos, es como profesor de la Escuela de F.P. Virgen de la
Candelaria de S/C. de Tenerife. ¿No le
gustó la docencia?
-Mi primer trabajo fue
en la empresa privada, concretamente en una instaladora eléctrica que se
ocupaba de la electrificación de edificios de viviendas y líneas eléctricas de
alta tensión.
Mi época de profesor en
la Escuela de F.P. Virgen de la Candelaria fue posterior, en el año 1977.
Impartía las clases de Tecnología Eléctrica que era mi especialidad y me
gustaba la docencia, pero fue una época muy convulsa por coincidir con la
muerte del dictador, y en aquel momento las escuelas de Formación Profesional
estaban muy vinculadas al régimen, por lo que intentaron su desaparición y los
profesores estuvimos tres años en una situación muy precaria y temiendo por
nuestros puestos de trabajo. Ante aquella situación, yo ya estaba casado y con
un hijo, aproveché la oportunidad de unas pruebas de selección para entrar en
UNELCO, me presenté y las aprobé, y así fue como me incorporé a esa empresa de
servicio público.
Si la situación laboral
hubiese sido diferente, tal vez hoy estaríamos hablando de otras
circunstancias.
-En los años 80 ingresa
en UNELCO, donde se le ve progresar en la profesión día adía. A partir de aquí
me pierdo, si quiere me lo simplifica, por favor.
-Efectivamente, en el
año 80 ingreso en la empresa UNELCO, que aquel momento pertenecía a la empresa
pública INI (Instituto Nacional de Industria), participada mayoritariamente del
Estado. Mi sueldo era inferior al que percibía en la Candelaria, pero el puesto
de trabajo estaba asegurado. Afortunadamente las condiciones económicas se
modificaron posteriormente y nos consideramos bien pagados.
La empresa tenía muchos
departamentos y siempre se accedía por la parte más sencilla que era en el
Servicio de Averías. Allí se “fogueaba” uno y recibía el bautismo del servicio
eléctrico, asistiendo a las averías que se producían en la red eléctrica, que
estaba en unas condiciones muy precarias y que había que hacer verdaderos
esfuerzos para mantenerla en condiciones adecuadas. Se trabajaba en turnos de 8
horas, durante 24 horas y recuerdo que teníamos un teléfono directo con el
Gobierno Civil, que sonaba inmediatamente a algún corte de suministro en el
centro de la ciudad. Era un teléfono de manivela, una verdadera joya
arqueológica, pero que funcionaba perfectamente. Esos dispositivos han
desaparecido y la mayoría de jóvenes o de mediana edad no los recuerdan.
De aquel servicio salí a
los seis meses y me incorporé a las oficinas centrales, desempeñando varias
funciones, ascendiendo a diferentes puestos de responsabilidad. Esa situación
me permitió viajar mucho y con frecuencia a la Península y a varios países de Europa
y Sudamérica.
En el año 2001 fui
nombrado Gerente de la Empresa Distribuidora de El Puerto de la Cruz, filial de
Endesa y como concesión del servicio eléctrico, dependiente del Ayuntamiento de El Puerto de la Cruz. En este puesto de trabajo estuve hasta el año 2011, cuando
mediante un ERE (Expediente de Regulación de Empleo) me prejubilo y dejo mi
trabajo en Endesa a la que sigo vinculado hasta el año 2012 en que cojo mi
jubilación después de 32 años de trabajo ininterrumpido.
-Le imagino de aquella, una
persona inquieta, muy trabajadora, inteligente, tenaz y siempre dispuesta a
aprender y a superarse, personal y profesionalmente. Pero, ¿de dónde sacó
tiempo para echarse novia?
-Cierto, a una persona con
estas características, le queda poco tiempo libre, pero ordenándolo
adecuadamente da para todo y la novia apareció antes de empezar la vida profesional,
justo al terminar la carrera, y luego hubo que compaginar el trabajo en Santa Cruz hasta
que nos casamos.
-¿Se atreve a confesar qué vio en María Rosa para que le cautivase para toda una vida?
La relación de pareja es
una cuestión de dos y por lo tanto la atracción física o moral para toda una
vida nace precisamente de los dos. No hay primacía de ninguna de las partes. Me
pareció que tenía las cualidades para formar una familia y así fue.
Si uno se pone a pensar,
¿cuántos son muchos años? Las parejas pasan por tantas vicisitudes que si
administran bien los tiempos, no hay momento para el aburrimiento. Primero de
recién casados, luego los niños, uno tras otro hasta los tres, se ven crecer,
se ven progresar con sus altibajos, maduran, se hacen mayores, van a la
universidad, se gradúan, comienzan a trabajar, se enamoran, se casan, se
independizan, van echando raíces y configuran su forma de vida. Uno atiende a
sus padres cuando se hacen mayores, estos fallecen y el ciclo de la vida
continúa y se cumple. No cabe el aburrimiento. El trabajo y el ocio lo ocupan
todo. Hay mucho que compartir.
Aquí sí quiero resaltar
la importancia que ella ha tenido a la hora de poder dedicar tanto tiempo al
trabajo y al estudio. A pesar de que ella también trabajaba fuera de casa, se
esforzó en suplirme muchas veces en las tareas de sacar los hijos adelante, de
lo cual me siento muy orgulloso.
-Bien situado
profesionalmente, ¿para qué, entre 1993-98, se licencia en Ciencias Económica y
Empresariales?
-En realidad tengo que
reconocer que cuando en el año 1993 decido estudiar Ciencias Económica y
Empresariales, profesionalmente estaba muy bien situado. ¿Cuál fue el motivo
para estos estudios? Fue un reto personal al considerar que en el puesto que
desempeñaba, me era más beneficioso tener estudios económicos que los técnicos
que ya poseía. Empecé en el turno de tarde, en la Universidad, ya que por la
mañana trabajaba en la empresa y me di cuenta, que después de tantos años que
había dejado los estudios superiores, no me fue difícil integrarme con los
demás alumnos del curso. De hecho me gradué en seis años cuando la licenciatura
era de cinco.
-¿Tuvo alguna vez
vacaciones, viajó por el extranjero, o se acostó en alguna ocasión a la sombra
de un “pino” contemplando el mar de esa maravillosa Isla de La Palma?
Las vacaciones las
disfrutábamos durante un mes, todos los años. Aprovechábamos para ir a La Palma y
allí, con la familia de ambos, gastábamos los treinta días reglamentarios.
Viajé mucho por el
extranjero pero no en vacaciones, todos fueron viajes de empresa. Estuve en
Inglaterra, Francia, Alemania, Austria y Suiza, en Europa. En Sudamérica viaje
a Perú, El Salvador, Venezuela y Miami.
A pesar de estos viajes
siempre quedaba tiempo para relajarse en el campo y pasar muchas de las noches
de verano mirando al cielo limpio de la isla de La Palma. Noches que me
recordaban a mi juventud, cuando pasaba alguna noche de verano tumbado sobre una
paca de paja en la era, donde se trillaba el cereal que se había cegado durante
el día.
Eran vacaciones
familiares, los niños disfrutaban del pueblo y del campo, colaborando incluso
con las labores agrícolas de los abuelos. Claro que había tiempo para ponerse
debajo de un pino, especialmente en Fuencaliente o en las típicas excursiones
al Refugio.
-Se jubila y publica los
siguientes libros: “La Fábrica de Gas de Santa Cruz de Tenerife. Un recinto
para el recuerdo” (2011), “Félix ‘El Insurrecto. Un tijarafero en el ejército
mambí” (2012), “El agua de la discordia. Green Golf Tresina“(novela de 2014),
“La fuerza de la maldición” (novela de 2015), y “Los entresijos del destino”
(novela de 2017). ¿Algo que llevaba años merodeando en su cabeza, una fuerza
inmanente que le apremiaba el corazón?
-En realidad la
redacción se me dio siempre bien. En tiempos de la escuela recibí varios
premios de redacción y en mi colegio profesional, colaboré con la revista
“Ingenios”, escribiendo artículos técnicos, relacionados con mi profesión o con
mi afición a la relojería. Soy un enamorado de la mecánica, la electricidad, la
electrónica y de cualquier mecanismo que funcione. Los “destripo” para ver su
funcionamiento y en algunas ocasiones los he restaurado. Me despierta un
interés descomunal, descubrir cómo generaciones anteriores han diseñado
mecanismos específicos para la época en que vivieron y eso enlaza con mi gusto
por la historia, que luego reflejo en alguno de mis libros.
-¿Se atreve a definir a
cada uno de sus libros con una frase? Menos el último que será objeto de un
estudio monográfico.
Claro que sí. Cada libro
tiene su historia, tiene su argumento, tiene su razón de ser. Todos llevan la
creación del autor y voy a dar una definición de cada uno de ellos, esperando
que coincida con la visión que los lectores tienen de ellos.
“La Fábrica de Gas de
Santa Cruz de Tenerife. Un recinto para el recuerdo”: Es la historia de la industria
más importante, que hubo en Santa Cruz de Tenerife, a principios del siglo XX,
que no podía desaparecer bajo la fuerza mecánica de las excavadoras, sin ser
contada.
“Félix El Insurrecto. Un
tijarafero en el ejército mambí”: La historia de mi abuelo que emigró a Cuba con catorce años en 1888 y luchó en su independencia al lado de los mambises, ejército
de la insurrección, lo que le valió el apodo de “Insurrecto”.
“El agua de la
discordia. Green Golf Tresina”: Novela sobre la corrupción en las instituciones
públicas. Muy actual para los tiempos que vivimos.
“La fuerza de la
maldición”: Novela basada en hechos reales, donde se relata el maltrato a la
mujer en el mundo rural de la época que se describe.
Soldados cubanos durante la guerra de 1895 - 1898, en la que se vio obligado a participar el abuelo de Marcelino Rodríguez. |
-¿Qué parte de influencia de María Rosa, su señora, hay en esta inmensa labor?
Hasta ahora su
participación ha sido la de corrección de los borradores y apuntarme sus
comentarios. No ha influido en ninguna de mis novelas, ni en la creación ni en
el guion. Creemos que eso debe ser totalmente personal.
Francisco; quiero añadir una aclaración sobre una pregunta que me hizo usted el día de la presentación de mi última novela “Los
entresijos del destino”, en la librería El Libro en Blanco, acerca de lo que le había
sorprendido que un ingeniero escribiese novelas. A continuación voy
a reflejar diez cualidades que debe poseer una persona que quiera estudiar
ingeniería y lo comparamos con la labor de escritor:
1.- Polifacético: Apto
para varias disciplinas. Capacidad para varias tareas.
2.- Ingenioso: Para
buscar soluciones a cualquier problema.
3.- Creativo: Crear algo
a partir de la nada.
4.- Amor por la ciencia:
Usar la ciencia y el conocimiento para crear algo.
5.-Actitud analítica:
Mente analítica, capaz de analizar hasta el último detalle.
6.- Trabajador:
Actividad y dinamismo.
7.- Social: El ingeniero
ya no es solitario, es capaz de trabajar en equipo.
8.- Mente lógica: Mente
analítica, lógica y con razonamiento.
9.- Detallista: Crear
algo necesita asegurar el mínimo detalle, ser meticuloso.
10.- Se toma en serio la
educación: Estar al día con el conocimiento. Estudiar.
Si trasladamos estas
cualidades que deben ser innatas en el ingeniero a la labor del escritor, se
comprueba que favorece su “encaje”, digamos que favorece, en gran parte, esa
disposición previa. Esto no quiere decir que sean cualidades exclusivas de los
ingenieros, pueden existir en cualquier individuo.
-¿Cuál es su hobby? ¿Lo
comparte con su señora?
Mi hobby en este momento
es escribir, leer mucho y la investigación en archivos. Mi mujer tiene sus
propias aficiones, y especialmente las relacionadas con el arte. No obstante nos
gusta pasear juntos, asistir a actos culturales, conversar de diferentes
puntos, etc.
-Y para terminar: ¿Un
libro? –que no sea suyo-. ¿Una película? ¿Y, una canción?
Película: House of
Cards (Serie).
Canción: Un bolero.
¡Muchísimas gracias Don
Marcelino! por su paciencia, delicadeza y exquisita amabilidad.
Me ha gustado mucho la entrevista, es un ejemplo para tantos jóvenes de hoy en día, "que se aburren", toda una lección de creatividad, de alegría, de amor al trabajo, de enriquecimiento intelectual, de tantos valores, que hoy se echan en falta, sobre todo el amor a la familia, tenerla siempre presente, cultivar el amor de pareja y la respuesta al porqué de escribir, !impresionante¡. Enhorabuena por esa vida ejemplar.
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